Aventura en bicicleta. @zendalibros #ZendaAventura

Cogió la bicicleta dispuesto a llegar cuanto antes al conservatorio. Tan tarde era,  que  al pretender llegar a tiempo a la clase de clarinete casi se cae en la calle Pedrizas, llamada así por la descolocación de los adoquines. Tal era el despropósito de piedras que más de cien reclamaciones tenía el ayuntamiento por torceduras de tobillos y atropellamientos.
El clarinete lo llevaba bien amarrado a una cajita de plástico, colocada con cuidado sobre el guardabarros trasero.
-Suerte y prevención- se dijo.
Era un chico precavido, de rutinas diarias, pero aquella tarde la tía Candela se había empeñado en que la acompañara a misa de siete.
-Ya fui a misa el domingo, tía- le insistió.
-No pasa nada si vas hoy también, además el conservatorio es a las ocho y te da tiempo.
Durante el incidente, faltó poco para llevarse por delante a una dulce abuelita que adivinando lo que se le venía encima se armó de valor y empujó al pobre Paco contra la acera de enfrente. Paco, poco ágil en general, consiguió hacerse de rara manera con la máquina, pero no pudo evitar terminar la frenada dando con la boca en el escote de una criatura de unos treinta años que se había parado a contemplar el desarrollo de los acontecimientos.
No fue consciente de donde estaba hasta pasado un leve lapso de tiempo. Levantó la cabeza y miró rápidamente hacia atrás para asegurarse del bienestar de  su instrumento. Entonces agradeció a la suerte y a su sentido de la responsabilidad el paradero de ambos.
-Eres un tipo afortunado- le sonrió la chica descaradamente mientras le guiñaba un ojo.
La reconstrucción mental de los últimos instantes y la toma de conciencia del aterrizaje en la mullida pechera hizo que se desplomara sobre blando.

Unas cachetadas con toque de inquina hicieron que el malparado Paco volviera en sí.
-¿Qué hora es?, llego tarde a mi clase.
-No deberías de preocuparte por eso ahora, has sufrido un desvanecimiento. Soy Claudia, la pista de aterrizaje de emergencia. Da gracias a mis pechos, de no estar donde estaban en el momento oportuno, hubieras perdido además del conocimiento un par de dientes.
-Disculpe mi torpeza, me llamo Papapaco- dijo tartamudeando un poco. Las orejas prendieron en rojo color-calor, cuando sin darse apenas cuenta los ojos con autonomía propia, se desviaron al pronunciado escote.
-¡Qué!, ¿no piensas invitarme a una cerveza, es lo menos que puedes hacer por haberte salvado los piños?
-No puedo, no bebo alcohol, además es tarde -dijo mirando la muñeca donde un citizen kinetic de esfera clásica marcaba las ocho y treinta.
-Pues te pides una coca-cola-insistió mientras sonreía.
Paco no era hombre de bares, ni de amigos ni de nada. Era un tipo tímido,  de edad rondando el límite donde no se tiene claro del lado del que estás.
-Está bien- dijo en voz alta, sin comprender de dónde había salido esa respuesta, estaba seguro que él no había podido decir eso.

-¿Te gusta «Bocanada»?, tiene muchos tipos de cerveza y buen ambiente…, es temprano pero ¿qué más da?.
-Está bien-volvió a responder sin saber muy bien porqué lo hacía. No tenía idea de donde se encontraba «Bocanada», apenas salía.
Cuando llegaron acababan de abrir, el camarero se afanaba en limpiar las mesas.
-Hola Claudia, ¿lo de siempre?
-Si, pero pon ración doble.
Paco no fue capaz de decir que no, quiso abrir la boca cuando le dijo:
-No te preocupes he pedido unas Bocks, son flojitas…

-¿De verdad no bebes nunca alcohol?- le preguntó.
-No-dijo furioso.
-Pues menuda vas a pillar hoy- se dijo.

Tres tragos más tarde, Paco terminó subido en el escenario acompañando a la banda que actuaría  después: «The bang theory». Tras un par de intentos, acopló el clarinete sin  dificultad. Él, que había limitado su repertorio a los clásicos, «por convicción», de repente descubrió un oculto talento que lo hacía incluso mover la cintura con movimientos insinuantes, algo que Claudia contempló con cierto entusiasmo.

Las horas pasaban y las cervezas también. El descuelgue de flequillo llegó acompañado de un desaliñamiento en general: descolocación de la camisa blanca impoluta,  desabroche de un par de botones y arremangamiento de puños. Fue imposible bajar a Paco del escenario hasta la madrugada,  cuando fue trasladado a urgencias.

Fue ella quien dirigió las maniobras de reanimación. Como pudo y tambaleándose de un lado para otro, buscó fuerzas, (el remordimiento por el desenlace de los hechos ayudó) y trajo de vuelta a Paco.
Los compañeros de trabajo no podían creer lo que estaba sucediendo: la doctora Claudia Clavijo borracha perdida, había aparecido en urgencias horas después de haber conseguido robarle a la muerte un par de clientes, con un tipo a punto de la extrema unción.
Paco volvió en sí poco a poco. Al abrir los ojos lo primero que vio fue a una pelirroja desgreñada con los ojos fuera de órbita que se le abalanzó al cuello y lo besó con lengüetazo incluido.
-¡Ponme otra Bock  y quítame a la loca esta de encima que me acaba de lamer la campanilla!
La doctora Claudia Clavijo ruborizó y notó una especie de color-calor en la zona de las orejas.

-¡Hijo de mi vida y de mi corazón!-, fue lo siguiente que escuchó al despertar de nuevo tras unas cuantas  horas al lado de Morfeo.
-¿Qué  pasó anoche, hijo de mi alma?
Paco no recordaba nada. La doctora Clavijo entró en la habitación. Se había adecentado recogiéndose el cabello en una cola y retirado los restos de rímel.

 -Doctora, ¿cómo está mi sobrino?
Paquito la miró preguntándose dónde la había visto antes.

Claudia se alegró de su amnesia.

-Paco ha sufrido un coma etílico, pero se encuentra perfectamente.
-¡No y no!-dijo moviendo la cabeza.
-Está errando el diagnóstico, habrá sufrido cualquier dolencia, ¡pero borracho no!
La tía se acercó disimuladamente al  oído:
-No te preocupes, te sacaré de aquí. No está en sus cabales, además le huele el aliento a four roses, te lo digo yo que de eso entiendo.

Continuará…

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