Ácido hialurónico con vitamina C
Ácido hialurónico con vitamina C, eso es lo que ponía el prospecto de la última crema recomendada por la tiktoker de moda, gurú de: “Los sesenta son los nuevos veinte”.
Se la extendió con movimientos delicados, evitando zonas como el contorno de ojos, donde debería aplicar otra con textura diferente, al igual que la zona del cuello, que requerían de otros cuidados y composiciones. Así es como @laputaama, describía su rutina diaria de cuidados matutinos de preparación del rostro. Tras ella, daba paso a la tabla de ejercicios de hipopresivos en 10 series seguidas de 20 movimientos, que conseguirían embutir la tripa “neumático de alta gama” en cintura de avispa, moldeando a su vez con el mismo gasto energético, una retaguardia en perfecto estado de revista.
El tren superior era más cómodo de trabajar para ella, por eso lo había dejado como colofón de su puesta a punto. En pocos meses, no necesitaría meter las manos en el sostén para colocar las morcillitas que sobresalían por ambos lados del pecho. Luciría glamurosa unos brazos al estilo “Leti”, tan de moda, devolviendo las alas de murciélago a su oscura caverna de la que nunca debieron salir.
Cuando terminó, se miró al espejo y no comprobó cambio significativo alguno. Seguía contemplando a la Juana de siempre, algo menos rotunda, pero igual de vieja.
El presupuesto no le daba para hacerse una múltiple operación de estética, que es lo que necesitaba urgentemente. La hoja de cálculo con precios actualizados de clínicas más o menos decentes que llevaba haciendo desde hacía meses no daba para todo, y tenía claro que una vez que entrara a quirófano se haría un completo.
Rosa Mari, su vecina y amiga de toda la vida, se lo había hecho hace un par de años y la verdad es que estaba monísima. Se le notaban los morros un poco desproporcionados, pero daba el pego. Eso sí, no pasaría por una de veinte, pero por una de cuarenta y nueve perfectamente.
—Si pudiera hacérmela saldría como nueva, podría quedar igual de bonica que Conchi Lomana. —Se decía para sus adentros.
—Yo no soy distinta a ellas, lo que nos diferencia realmente es el bisturí y una saca de billetes. Lo suyo es fácil, ir arregladita a despellejar famosos a un plató. Ya me gustaría verla a mí a esa a las seis de la mañana con el uniforme del trabajo limpiando retretes en Telesiete.
La lista era realmente larga: blefaroplastia, liposucción de papada, surco nasogeniano, queiloplastia, le devolverían un rostro rejuvenecido que, tampoco sobresalió en sus tiempos de esplendor, rozando la normalidad más absoluta.
De vez en cuando, para sosegar lo que parecía se estaba convirtiendo en una obsesión, se acordaba de su abuela María. La recordaba sentada en la puerta de casa al fresco por las tardes noches de verano, haciendo labores de costura o simplemente charlando y haciendo una puesta a punto de la vecindad. Su piel lechosa surcada por arrugas no le parecía en absoluto desagradable, más bien al contrario, la envolvía en un halo de bondad. Recordaba el olor a limpio, a lavanda, que desprendía al abrazarla.
–Ahora te toca a ti, acabas de jubilarte y tus hijos ya se fueron de casa, es el momento. —Se dijo convencida mientras tomaba la brocha y aplicaba una profunda capa de maquillaje en un rostro previamente tratado con una buena base y un protector solar factor cincuenta +.
—¿Qué me has dicho, Juana? — refunfuñó desde el dormitorio su esposo.
—¿Cómo me ves? —preguntó mientras se acercaba en ropa interior y con movimientos insinuantes a su marido.
—Como siempre, que quieres que te diga—respondió sin levantar apenas la mirada de la pantalla del móvil, donde tras cada cuatro o cinco vídeos cortos de fútbol, apareció uno con una escultural chica de unos treinta años, haciendo bailes semidesnuda con coreografías imposibles.
—Había pensado que podríamos hacer un viajecito romántico a París o a Roma, los dos solos. @Jimenainternacional, está promocionando en Instagram unos alojamientos con muy buena pinta. Hay muchos sitios que ver, Manolo, y nosotros nunca hemos viajado.
—Ven, Juana, que te voy a hacer viajar sin moverte de aquí. —Murmuró Manolo, al percatarse de la actitud insinuante de Juana. —Ni lo dudes.
Juana se olvidó por un momento de su cuerpo, de su cara, de la dieta, incluso de tik tok e Instagram y se abalanzó sobre Manolo arrancándole el móvil de las manos.
Apenas lo hubo besado, el timbre de la puerta comenzó a sonar de una forma diabólica. Los gritos de una jauría de nietos desbocados se escucharon desde el dormitorio.
—Mamá abre, necesito que te quedes con los niños.
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